22 de agosto 2020: Combarro y Cañón del río Sil

 

Hoy el objetivo final es llegar al Cañón Del Río Sil, pero antes nos falta por ver Combarro, una pequeña localidad costera cerca de dónde nos encontramos y famosa por sus hórreos que enfrentan al mar. 


Hemos madrugado para aprovechar bien el día, así que cuando nos adentramos en el pequeño poblado de Combarro todavía no hay turistas pateando sus calles.  El pueblo es alucinante, casas marineras de piedra de diferentes y tamaños y formas, pero que dan al conjunto un ambiente armónico. Callejones estrechos y hórreos gallegos casi en cada casa, nos hacen recordar que estamos en Galicia y no en una pequeña aldea africana. Desde la playa, donde las gaviotas buscan alimento entre las conchas que han quedado en la arena tras la marea alta, la visión del pueblo es como la de una postal. Son varios los hórreos que apuntan al mar, cada uno con sus peculiaridades, pero todos juntos dan un indudable atractivo al poblado. 






 Además de por los hórreos, Combarro es famosa por sus cruceiros, típicos de la cultura celta (no solo gallega, también se encuentran en Escocia o Irlanda), que aparecen en cada esquina, en un lado está jesucristo y en el otro la virgen, siempre mirando al mar. 


La verdad que dedicamos a esta visita más tiempo del previsto, porque nos encanta el pueblo y paseamos a gusto por sus calles. Como colofón final vemos como un señor le está comprando albariño a una anciana en su casa y ella le explica que es casero y de muy buena calidad, así que nos animamos nosotras también con el comercio... Es un mujer mayor, pero despierta y alegre que nos cuenta cosas del pueblo, de la huerta y de los productos que vende, claro! Al final nos vamos con 3 botellas de albariño, una tarta De Santiago, unas pastas que nos da a probar y nos parecen deliciosas y un limón y una mazorca de maíz negro de regalo... el poder conversar un rato con ella sí que ha sido un regalo!! Encantadora señora. 


 De Combarro ya cogemos carretera hacia el cañón del Sil, que nos demora cerca de 2 horas. Antes nos acercamos a Monforte de Lemos para echar un vistazo a la villa y de paso comer algo. La ciudad no nos dice nada, y más después de haber estado en la preciosa villa de Combarro! Es ya una ciudad, con ambiente señorial y tiene en lo alto un convento reconvertido en Parador, que ofrece unas hermosas vistas de los alrededores.

El cañón del Sil se merece la fama que tiene. Es un paraje natural fascinante, salpicado de monasterios e iglesias por todos lados, pero que esconde en su interior su secreto mejor guardado, la producción vitivinícola de la denominación Ribeira Sacra. Las paredes casi verticales del cañón (hasta de un 70% de desnivel) están parceladas a modo de terrazas de no más de un metro de anchura donde escasamente entra una planta de vid. Las terrazas están construidas con las piedras extraídas del terreno a veces en lugares inverosímiles! Para recoger la cosecha, antiguamente usaban burros y ahora lo hacen con carros que se mueven en una guías verticales y son tirados por el cardan de un tractor. Estamos fascinadas de cómo el ser humano es capaz de adaptarse a cualquier circunstancia por imposible que parezca y como esta gente ha sabido sacar partido a su peculiaridad, ya que ahora es una zona extremadamente turística, como así lo avalan la multitud de casas rurales y restaurantes y los barcos que surcan el río. 




A esta zona se le llama Ribeira Sacra porque los monjes, en los siglos XI y XII, en su afán de buscar lugares recónditos para la oración y el contacto con Dios, empezaron a poblar estos montes. Aunque fueron los romanos los que comenzaron con la producción de vino, los monjes potenciaron mucho la producción vinícola de la zona y por ellos hoy en día esta lugar está plagado de monasterios e iglesias y las vides conforman su curioso paisaje. 


Nosotras vamos saltando de mirador en mirador, alucinando con lo que todos ellos nos ofrecen. Hay mil lugares dónde parar tener una visión Del Río o para visitar una iglesia, un monasterio o una bodega, que las hay por decenas!!

Por fin buscamos un lugar dónde dormir y acabamos en una antiguo embarcadero al lado del río en Rabacallos, el pueblo que curiosamente, Gemma había decidido ir al ver desde el otro lado por parecerle “auténtico”, pues sí, auténtico es! El único acceso que tiene es por camino de tierra y es una aldea pequeña en la orilla Del Río Sil. El lugar de acampada es precioso y súper tranquilo, pero al que para llegar hay que pelear por caminos y callejones estrechos dónde casi nos dejamos parte de la furgoneta!! Difícil acceso, pero el lugar te ofrece su gran recompensa. 


 

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